Transcripción de la entrevista que me realizó Open Innovation Community (OIC), como embajador de innovación, y que fue publicada en Medium
En tu discurso siempre aparece la cultura relacionada con la innovación y la transformación digital. ¿Cómo de fuerte es este enlace?
Permíteme empezar a contestarte citando una metáfora de Antonio Rodríguez de las Heras, catedrático y director del Instituto de Tecnología y Cultura de la Universidad Carlos III de Madrid: él escribe que si pudiéramos insertar un disco de pizarra en el último y más avanzado reproductor musical, el sonido resultante, lejos de ganar calidad y perder ruido, amplificaría los defectos y carencias del soporte origen.
Me parece una bella y acertada forma de explicarlo; podemos implementar el último fenómeno tecnológico e iniciar procesos de innovación, pero si se realizan sin «cambiar el disco», esto es, sin modelar nuevas estrategias, procesos y competencias en la organización o, en el caso del individuo y la comunidad, sin un replanteamiento de valores, comportamientos y actitudes, es decir, sin asumir — o liderar — los cambios culturales, el resultado suele acabar con un estado de frustración por la no consecución de objetivos; como ocurría en la metáfora, la percepción del fracaso de los medios utilizados viene a sumar complejidad, ambigüedad e incertidumbre a un escenario de por sí cambiante de forma exponencial.
Con esta premisa, ¿cómo trabajar comprometidos con ese foco, el del cuestionamiento de la propia cultura como motor fundamental para la innovación?
En mi caso, me sirvo de distintas premisas y metodologías con el fin de cuestionar las resistencias y límites de la cultura predigital y sacar a la luz la potencia, implicaciones y riesgos del digitalismo; estas son:
- El poner a prueba las capacidades digitales de las personas y equipos objeto del producto o servicio, teniendo siempre como referencia el marco europeo de competencias digitales para la ciudadanía.
- Ser desarrollados con las mismas herramientas conceptuales de la cultura digital, promoviendo la proactividad, la curiosidad, la comunicación y colaboración…
- Siempre que se pueda, adoptando marcos de trabajo ágiles y redárquicos, en lugar de verticales y jerarquizados.
- Conceptualizando y construyendo propuestas apoyado en profesionales que están fuera de la disciplina del contexto de trabajo para buscar mayor valor, profundidad y alcance del servicio o producto final.
- Y hacerlo siempre ayudado del juego como primer motivador, sobre todo, cuando hablamos de remover pilares tan importantes como los que soportan nuestras creencias, hábitos y comportamientos (estrategias y procesos).
Ahora que hablas de juego, esa figura que mueves en tus manos, parecida a una estructura orgánica… ¿tiene que ver con todo esto que cuentas?
Sí, efectivamente; son componentes de Active Triangles, un serious game pensado para servir de vehículo a mensajes formativos, corporativos, de autoconocimiento, team building… desde que lo creé en 2016 lo he venido utilizando en diferentes escenarios y para distintos objetivos, sobre todo, para aquellos relacionados con la transmisión de la cultura digital. Resulta siempre divertido, tiene un valor estético muy interesante y, sobre todo, es muy eficaz a la hora de hacer tangibles conceptos como los que tratamos en esta charla. Permite tocar y experimentar aquellos aspectos más abstractos de los discursos de transformación, creatividad, nuevos modelos organizacionales, coopetición, innovación…
Tu ámbito natural es el de las Industrias Culturales Creativas. ¿Se está innovando en este sector?
Se trata de un conjunto muy heterogéneo de empresas, con objetivos, dimensiones y características muy diferentes. Hasta donde yo conozco, la innovación parece estar en el ADN, sobre todo, de las compañías más pequeñas e independientes. En general, si bien es cierto que el potencial de esta industria se ve recortado por la rapidez con la que están cambiando los agentes implicados, las normativas y los patrones de consumo ligados al sector, también lo es que estos mismos retos están obligando a cambiar la antigua actitud reactiva y de resistencia al cambio de gran parte del tejido empresarial por otra proactiva y animada más que nunca a buscar océanos azules, sinergias y colaboraciones más allá de su nicho histórico.
¿Cuál dirías que son entonces los resortes para hacer despegar la innovación?
Permíteme acabar como empecé, con dos metáforas. La primera se origina allí donde utilizo este juego que me traigo entre manos; en su puesta en escena se llega siempre a un reto que solo puede superarse de una manera: alterando la mecánica del propio juego. Es decir, no hay mejor herramienta para la innovación que estar dispuesto a cuestionar y resetear — a veces, también a asumir con todas las consecuencias — la cultura en la que nos hallamos integrados.
La segunda metáfora tiene como protagonista la evolución biológica de los seres vivos: por lo que sabemos, los cambios de frecuencia de los alelos no parece que vengan propiciados por la búsqueda del carácter fenotípico y genético perfectos; tampoco que sean provocados únicamente como reacción a las fluctuaciones del medio. Evolucionar es simplemente parte intrínseca de la vida. Por lo tanto, hacer de los procesos de innovación el estado natural de las personas, equipos y organizaciones, participar de esa especie de deriva innovadora — identificando, ideando, experimentando y transformando de nuevo y de manera constante — acaba tarde o temprano generando valor en la sociedad a través de nuevos productos, servicios, procedimientos o puntos de fuga conceptuales hacia los que dirigir las energías y atención futuras.
Se trata de «cambiar el disco».